Ya no estás aquí, a mi lado, en la tierra.
La casa siente el eco de tu voz en el silencio,
pero sé que me cuidas desde donde impera
la luz sin ocaso y el tiempo sin hastío.
Fuiste mi ángel de la guarda en vida,
Quien me enseñó a amar sin temor a caer.
Y aunque la ausencia es una herida sentida,
tu amor es la estrella que me ayuda a ver.
Desde el cielo infinito, sé que extiendes tu mano,
una luz invisible, un soplo en el viento frío.
No eres recuerdo ausente, ni un adiós lejano,
eres el consuelo fiel que alivia mi vacío.
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