Cómo imaginar que con solo una caricia
aliviaría el dolor de mi alma,
esta pena antigua que no pedía prisa,
si no el eterno silencio de la calma.
Y tu roce llegó, un fuego manso y breve,
deshaciendo el nudo que ataba mi verdad.
No fue un juramento, ni un amor que se atreve,
fue el tacto que borró toda la oscuridad.
Es un cuarteto y un terceto, un total de siete versos.
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