Cómo imaginar que con solo una caricia,
la suave brisa de tu mano en mi mejilla,
aliviaría el dolor de mi alma,
está herida que el tiempo no sella.
Era un invierno gris en la memoria,
un eco amargo de penas sin razón;
y de repente, en un fugaz momento de gloria,
hallé mi paz en la piel, mi absolución.
Tu dedo, mapa que recorre un sendero,
despertó la luz que creía perdida,
un bálsamo silencioso, dulce y verdadero,
la tregua que le urgía a mi vida.
No fue un conjuro, ni un rito, ni un trueno,
si no el milagro simple de tu humanidad,
haciendo de lo roto algo pleno,
con la magia desnuda de la caridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario