viernes, 18 de febrero de 2005

Dos hijos

 Déjame que te cuente las palabras.
Somos los hijos de los rojos versos
que vuelan cuando está la noche encima.
Qué pálidos amantes, pues nos vemos    
sólo a través de los rocíos fríos    
que salen a morir por un momento.

Está la hoguera presta. Y ya la sangre    
de la poesía corre por los huecos    
de nuestras manos blancas y apretadas
contra las piedras y los malos vientos.
Yo vengo desde el fondo de tus letras
para que en mí te veas. Y te muerdo,
amante, cada día con dulzura.


Porque imposible es todo yo te quiero.
Ya escribes en mi alma los poemas    
con que me abrazas desde tu silencio,    
me sueltas y me vuelves a abrazar.
¿Escuchas cómo va pasando el cielo?

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