Sé que no fue una coincidencia conocerte.
Era el destino, un hilo invisible que nos unió
en el momento preciso, cuando nuestras vidas
estaban listas para cruzarse y crear algo eterno.
Desde ese instante, sentí que cada conversación
y cada risa compartida estaban escritos en las estrellas,
como si el universo hubiera conspirado para que
nuestras almas se reconocían.
Las pequeñas cosas que hicimos juntos se tejieron
en un hermoso tapiz de recuerdos, mostrándome que
algunas conexiones son tan profundas, tan significativas,
que trascienden el tiempo y el espacio.
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